“Educar implica consciencia, presencia y tiempo”
La lengua castellana permite una diferenciación interesante entre “conciencia” y “consciencia”.
Consciencia: Conocimiento de sí mismo. La consciencia define al ser. Se es consciente de sí mismo y de lo que nos rodea con base a lo que uno Es. Otra definición es la que asocia la consciencia a un estado de unión con la vida universal. Es una expansión continua, igual que el universo.
Conciencia: Conocimiento de lo que nos rodea, con base a los órganos de los sentidos. En sentido moral, como ‘capacidad de distinguir entre el bien y el mal’ (el Pepito Grillo de Pinocho), solamente se usa la forma conciencia. También tener mala conciencia, remorderle a alguien la conciencia, no tener conciencia. www.karmayoga.es
Para sembrar consciencia hace falta que los padres seamos conscientes de quién somos, como somos y hacia a dónde vamos. Conscientes de nuestra historia familiar, de que representa para nosotros nuestro pasado y cómo, todos estos aspectos, nos influencian en la educación de nuestros hijos. Y cómo, todo aquello hacemos o dejamos de hacer a nuestros hijos, los influencia.
También, cada cual de nosotros parte de un nivel de consciencia del tiempo y el mundo donde nos ha tocado vivir. Y este nivel de consciencia está muy relacionado con los valores que sostenemos, que queremos transmitir a nuestros hijos. Estos valores, en el fondo, guían nuestro hacer de cada día (y esto tiene relación con que cosas nos hacen sentir mala “conciencia”).
Por último, nuestro nivel de consciencia nos hace estar alerta sobre todo aquello que sucede en nuestro entorno y genera más o menos espíritu crítico, más o menos inconformismo con el sistema donde vivimos.
En función de cómo somos conscientes nosotros, seremos capaces de educar y sembrar consciencia en nuestros hijos:
- ayudarlo a conocerse y conocer,
- tomar consciencia de los vínculos y del amor como fuerza que mueve el mundo,
- saber quién son y que pueden hacer (¡que no quiere decir decidir por ellos!),
- hacer de guías – acompañantes y no de “sherpas”, (los “sherpas” son los que llevan las mochilas de los caminantes para que el camino les sea fácil y no encuentren grandes dificultades),
- acompañarlos en el descubrimiento del mundo que los rodea,
- darles elementos para que aprendan a discernir entre todos los “inputs” que les llegan del mundo exterior y,
- despertar en ellos el valor de la justicia para poder discernir aquellas opciones que los puedan parecerles mejores, más justas y más solidarias.
Y para hacer todo esto, el otro elemento clave es la PRESENCIA.
La PRESENCIA que nos permite:
- establecer el vínculo,
- las complicidades,
- la confianza,
- la comunicación
- el respeto
- la validación mutua.
- MIRARNOS CON BUENOS OJOS (¡empezando por mirarnos con buenos ojos a nosotros mismos como personas y como padres/madres!)
Y esta PRESENCIA tiene que ser cualitativa, ¡SÍ! Pero también mínimamente cuantitativa. Porque es en el contacto diario que se generan las complicidades, los vínculos y las conexiones.
Y un último apunte. La presencia nos pide TIEMPO.
Así pues, educar es sembrar consciencia, para eso hace falta presencia. Y la presencia pide tiempo.
EDUCAR IMPLICA CONSCIENCIA, PRESENCIA Y TIEMPO.